AVICENA: EL PRÍNCIPE DE LOS SABIOS


En el siglo X nació en Persia uno de los intelectuales más renombrados de la Edad Media, Ibn Sina. De familia acomodada, Avicena pudo dedicarse al estudio desde bien pequeño, accediendo a centros culturales y bibliotecas, que fueron construyendo su pensamiento y que sentaron las bases de la extensa y gran obra que dejaría como legado. Entre las diversas disciplinas en las que invirtió su tiempo, destacan la física, la astronomía, la filosofía (con una importante influencia de Aristóteles) y la medicina, donde nutrió de personajes como Hipócrates o Galeno.

Tuvo un papel singular en la medicina de su época y sus conocimientos viajaron a Occidente, donde influyó de manera significativa durante todo el medievo. Entre sus descubrimientos está la descripción de parte de las enfermedades conocidas en su tiempo y de la anatomía del ojo. Concluyó la sintomatología del diabético y dedujo el papel que podrían tener las ratas en la propagación de la peste. Además, expuso de manera precisa el recorrido que realiza la sangre por el cuerpo humano.

No obstante, como ocurre en la antigüedad o en la medicina tradicional de Oriente, Avicena se preocupó más de la conservación de la salud, recomendando para ello el ejercicio físico de manera regular, la hidroterapia y mantener unas buenas relaciones humanas.

Consecuencia de aprender de los sabios de su tiempo y de su pasión por el estudio, Avicena se convirtió en un destacado polímata desde muy joven. De este modo, y sin apenas cumplir la veintena de edad, ya había dirigido a renombrados médicos de la época y salvado la vida al emir Nuh ibn Mansur, lo que le abrió las puertas de la corte y de la vida en las altas esferas. Parte de sus esfuerzos los dedicó a la escritura, dejando como herencia una vasta obra literaria y de gran calidad científica, filosófica e incluso poética, que contribuyeron a enriquecer la Edad de Oro del islam.


Comentarios

Entradas populares de este blog

GUERRA DE LOS TRES ENRIQUES (1585-1598)

BATALLA DE POITIERS (732)

DISOLUCIÓN DEL TERCIO VIEJO DE LOMBARDÍA (1589)