EL EJÉRCITO ESPAÑOL DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

Considerado el período más rico de la historia de España, los llamados Siglos de Oro de las letras también lo fueron de la beligerancia; los oficiales de pluma fueron el paradigma. La infantería irrumpió como fuerza de choque, desarrollándose progresivamente las armas de fuego: arcabuces y mosquetes, pero también cañones, sin olvidar las llamadas armas blandas, caracterizadas por los escuadrones de Tercios de Flandes con largas picas. La generalización de las armas de fuego fue tildada por algunos como una manera innoble de hacer la guerra desde lejos. La caballería pesada nobiliaria, muy costosa, perdió eficacia, al tiempo que se desarrollaba la poliorcética por el amurallamiento de fortalezas estrelladas (que cubrían todos los ángulos de ataque y de defensa), baluartes y fortificaciones, más bajas, pero más resistentes. Un claro ejemplo fue la Guerra de los Ochenta Años, muy lenta y estancada, con pocos avances y grandes retrocesos.

Los ejércitos se basaban en la genialidad del capitán reclutador, a caballo o en cabeza de la infantería en el campo de batalla, a quién le correspondía buscar los fondos indispensables para sufragar el desplazamiento y avituallamiento de las tropas. La mano derecha del capitán era el alférez, portaestandarte de la bandera de la Cruz de Borgoña sobre fondo blanco. El sargento, armado con la alabarda, controlaba la marcha desde fuera, manteniendo a raya aquellos que querían desertar. Estos ejércitos, a su vez, dejaron atrás el método de peonadas de levas improvisadas para ser permanentes o semipermanentes.

Los ejércitos españoles lograron una gran evolución técnico-táctica desde el reinado de los Reyes Católicos y los Austrias. La fase inicial (s. XVI) fue la de gran transformación durante el reinado de dicho matrimonio de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, así como de su nieto Carlos I (reinado de 1516 a 1556), Emperador a su vez del Sacro Imperio Romano Germánico.

Los ejércitos aumentaron en número, ya que los plebeyos pasaron a engrosar sus filas. Así, se hacía imperante encontrar recursos para mantener esos ejércitos, con lo que se desarrolló el Fiscal-Military State (término de la historiografía británica), capaz de financiar y sostener los muy costosos conflictos militares públicos y a gran escala, gracias a la consecución de recursos económicos provenientes de la recaudación fiscal, monopolizada por los poderosos príncipes. Asimismo, en las monarquías del s. XVII, el Estado Moderno desarrolló la administración y la justicia real. Hasta un 80% del "presupuesto" iba dedicado al ejército; en pleno 2021 es el 3%. El ejército, mantenido por las finanzas, a su vez mantenía el Estado Moderno. Destacados militares formaron parte del ejército real, como Luis de Requesens o Fernando Álvarez de Toledo.

Con Felipe IV (reinado de 1621 a 1665), el ejército español contaba con cerca de 250 mil soldados permanentes (ya no mercenarios ni voluntarios), que no sólo recibían un jornal, sino que también eran alimentados y alojados. El servicio militar se extendió a los súbditos reales para acceder al ejército. Al no combatir permanentemente, ejercían tareas de guarnición. A finales de siglo XVII, los sitios de artillería con morteros de tiro curvo tomaron importancia, como también fueron más frecuentes las pequeñas guerras de escaramuzas, con la novedad de la bayoneta que se calaba a los fusiles para luchar cuerpo a cuerpo. Los cuerpos de granaderos y dragones también se sumaron a las batallas. La caballería, gran damnificada, recuperará poco a poco importancia, llegando a constituir 1/3 del ejército. La clave del éxito español fue basarse en la rapidez del caballo ligero.

Finalmente, vale la pena reseñar el gran enemigo del Imperio español: Francia, que ocuparía la preeminencia hegemónica europea a partir de la segunda mitad del siglo XVII, tomando de referencia el ejército español, referente victorioso hasta entonces, que pasó a ser la segunda fuerza en Europa. Con Luis XIV (reinado de 1643 a 1715), Francia contaba con cerca de 340 mil hombres frente los 100 mil hombres de Carlos II (1665-1700), estableciendo la carrera militar y los cuarteles en todo el territorio. La desventaja principal y constante del Imperio español fue la distancia entre los dispares puntos territoriales continentales y atlánticos: "El imperio donde nunca se pone el sol".



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