LA UNIDAD EUROPEA: EL “GRAN DISEÑO” DE ENRIQUE IV

En el año 1638 Maximilien de Béthune, duque de Sully, dejó en constancia en su obra titulada “Le grand dessein” una de las primeras iniciativas para con la unidad europea. Esta unión, según las palabras del mismo autor, pretendía homogeneizar el continente, famoso por su belicosidad, una hazaña no conseguida desde tiempos del Imperio Romano y que, si nos ceñimos a la historiografía no se implementaría correctamente hasta la llegada de la contemporánea Unión Europea.

Fue el rey Enrique IV de Francia el impulsor de dicho proyecto, siendo su principal argumento la crítica del uso de la guerra por parte de un estado como herramienta para alcanzar un objetivo. Las ambiciones políticas de Enrique IV se asimilaban a una especie de “reparto familiar” del territorio continental, como si fuera una distribución hereditaria de las regiones europeas. Su proyecto consistía, en esencia, en la unión y coexistencia de los distintos estados europeos unidos por su rechazo a la guerra como recurso político: en cambio se haría una redistribución de los territorios más igualitaria y beneficiosa, y se aseguraría la economía de los distintos estados mediante tratados y acuerdos comerciales entre los mismos.

Sin embargo, se dependía de la buena voluntad de los gobernantes respecto al rechazo al conflicto como establecían las condiciones del rey francés. Para lograr este objetivo, el monarca estableció relaciones diplomáticas con los principales soberanos europeos, convenció a la reina Isabel de Inglaterra (aunque pereció pocos años después) y más adelante a los soberanos germánicos e itálicos. Como cristalización de su proyecto, Enrique IV sacó adelante la creación de un organismo institucional e internacional llamado Consejo General de Europa, que tendría como objetivo la promulgación de reglas y leyes para los estados miembros. asegurar la proliferación de la unión, así como pautas de actuación en caso de que la unidad europea se viera amenazada por la rotura de dichas leyes.