LA PURIFICACIÓN DE ATENAS

En Atenas, en el año 632 a.C., ocurrió un acontecimiento traumático en la ciudad ática que necesitó de un profundo ritual de purificación. Todo comenzó cuando Cilón, un aristócrata ateniense, intentó dar un golpe de Estado y tomar por la fuerza la ciudad y convertirse así en el tirano. Cilón era el yerno del tirano de la vecina Mégara, Teágenes, quien le ayudó en su intento enviando soldados de su ciudad.

Junto con la guarnición y ciudadanos a favor de Cilón, llamados cilónidas, aprovechó que Atenas se encontraba en medio de las festividades de las Dipolias y se atrincheraron en la Acrópolis. No obstante, los atenienses se negaron y sitiaron la Acrópolis, dejando así sin víveres a los asaltantes. Cilón consiguió escapar, pero el resto se resguardaron en el altar de las Erinias, al pie de la colina, sin embargo, los atenienses, prometiendo falsamente que, si se rendían y se entregaban, no iban a recibir ningún daño, pero una vez salieron de donde se encontraban fueron todos ejecutados por mandato del arconte Megácles, de la familia de los Alcmeónidas.

Esto se consideró, obviamente, un sacrilegio y se propusieron reparar el ultraje cometido en recinto sagrado. Unos años más tarde, el reformador Solón reunió a trescientos jueces para juzgar así a los responsables de tal masacre, decretándose la expulsión del Ática a quienes habían formado parte del asesinato de los cilónidas y a aquellos que ya habían fallecido por entonces, se les desenterró y los restos fueron arrojados fuera de la frontera.

También se llamó al cretense Epiménides, encargado de realizar el ritual de purificación. Tomó ovejas blancas y negras, se las dejó pastar en el Areópago y una vez estuvieron descansando, ordenó a sus ayudantes las sacrificaran en el lugar y se ofrecieron a las divinidades.