EL SURGIMIENTO DEL IMPERIO COLONIAL JAPONÉS (1895-1912)
La rápida industrialización y la aparición en el panorama político de las primeras generaciones formadas según la ideología occidental (muchos estudiantes de política y diplomática en universidades occidentales), hace aparecer una nueva clase burócrata versada en los entresijos de la diplomacia internacional, lo que permitió a los japoneses revisar los tratados comerciales desiguales que le habían forzado a aceptar las potencias europeas al principio del proceso de cambio. Japón consiguió, después de una ofensiva diplomática iniciada en los 90, empezar a ser considerado un país relevante en el panorama asiático, concluyendo en una serie de tratados con británicos y franceses que en 1899 le devolvían la autonomía y soberanía total en su territorio. Japón conseguía en menos de medio siglo convertirse en el único territorio asiático con igualdad jurídica internacional con las potencias europeas. Cabe destacar la importancia que tuvo en este proceso el miedo al imperialismo ruso de finales del s. XIX en Europa, y la necesidad de un aliado poderoso en el Pacífico, que los ingleses supieron ver.
Esta estabilidad política redescubierta en el
archipiélago japonés, la influencia que el imperialismo occidental había dejado
en las clases dirigentes y la falta de materias primeras en todo su territorio
llevaron así al modernizado estado a la guerra en Asia.
Las guerras con China, primero por el control
de la península de Corea, y después por el control de Taiwan y la rica en
recursos agrícolas Manchuria (esto ya sería en la II Guerra Sino japonesa, unos
años más adelante), fue breve y marcada por el absoluto dominio militar de los
japoneses, no solo por su armamento sino por su nivel logístico.
Este aumento de poder también supuso un
factor negociador clave de cara a reclamar antiguos territorios perdidos ante
potencias como Rusia (caso de las Kuriles, Kwantung o Karafuto) o colonizar
archipiélagos en el Pacífico.
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