LA OCUPACIÓN DE MELILLA


Durante la Edad Media y Moderna, la Península Ibérica siempre tuvo relaciones comerciales y políticas muy dinámicas con el norte de África. Un ejemplo de dichas relaciones fueron los territorios andaluces bajo la casa ducal de los Medina Sidonia y los propios duques, los cuales no solo comerciaban y negociaban con las distintas fuerzas políticas y ciudades, sino también hacían razias para obtener botín.

Tras la caída del Reino de Granada, los Reyes Católicos pusieron su mirada al norte de África. Entre 1492-94, Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, tuvo la misión de recabar información sobre la región. La opción de Melilla parecía evidente. Estaba prácticamente en ruinas, fácil de defender y permitiría asestar un golpe mortal al reino de Fez si las tropas hispánicas desembarcaban ahí, pero los monarcas no llevaron adelante el plan. La iniciativa de ocupar Melilla fue recogida por el III Duque de Medina Sidonia quién con el beneplácito de los soberanos empezó a organizar la jornada. Dicho beneplácito se materializó con la presencia y participación de Francisco Ramírez de Madrid (hombre de confianza de los reyes) quién se dedicó a la construcción de lienzos desmontables de madera que se iban encajando a medida para reconstruir parcialmente la fortaleza

En 1497 finalizaron los preparativos y gracias a la llegada de una pequeña flota procedente de Flandes, las fuerzas del Duque, comandadas por Pedro de Estopiñán y Virués, partieron de Sanlúcar de Barrameda. El 17 de septiembre las tropas desembarcaron sin encontrar resistencia y procedieron a la colocación de los lienzos. Melilla había sido tomada y al año siguiente, los Reyes Católicos firmaron una capitulación con el duque donde destacó la no incorporación de la plaza a las posesiones de los Medina Sidonia a cambio del sufragio de buena parte de los costes de la guarnición y la plaza.

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