EL COLISEO DE ROMA

El Coliseo Flavio, es una de las siete maravillas del mundo moderno. De entre todos sus usos, destaca el de entretenimiento. A mediados del siglo I estalló una revuelta contra el despotismo del emperador Nerón, pues había subido los impuestos para financiar su Domus Aurea. Vespasiano, de la dinastía Flavia, fue su sucesor. Ante una ciudadanía ociosa y descontenta, ordenó la construcción del anfiteatro como entretenimiento (panem et circenses) y propaganda política imperial, sobre la antigua Domus. Su nombre procede del Coloso de Nerón, de 30 metros de alto. Se inauguró en el año 80 reinando su hijo Tito.

Es de forma ovoide y se articula en cuatro niveles. Los tres primeros son 240 arcadas de medio punto arquitrabadas, de orden toscano, jónico y corintio, que lucían estatuas de dioses, reyes o emperadores. El cuarto nivel se abre al exterior con ventanas rectangulares, rematando en cornisa. La fachada se revistió de mármol blanco de travertino. En su gradería o cávea caben 50.000 personas sentadas y 5.000 de pie. Gracias al cemento y al manejable ladrillo, pudieron levantar bóvedas y reforzar las gradas, inclinadas un 30 % para mejorar la visión.

Para el espectáculo se vendían entradas y se accedía a los diferentes sectores horizontales divididos por clase social, de más cerca a más lejos del espectáculo. El hipogeo contaba con rampas y accesos teatrales a la arena utilizados en las luchas de gladiadores. La arena absorbía la sangre durante los juegos o ludi. También hubo cacerías de animales exóticos, naumaquias y malabares. Para proteger del sol y la lluvia, el velarium era manejado con pértigas por marineros. Los juegos continuaron hasta el siglo VI, pero hasta el siglo XIII se usó para talleres, establos o tabernas.

Entre los pasillos y escaleras existían puestos ambulantes con alimentos y artículos. Además, se decoró con estucos con escenas de lucha, y se han conservado inscripciones improvisadas por las paredes del público de entonces.