GUILLOTINA, LA CUCHILLA NACIONAL



Este instrumento de ejecución alcanzó una gran popularidad en época contemporánea, donde su uso durante la Revolución Francesa estuvo acentuado en gran medida con el período del Terror jacobino comandado por Robespierre, sin embargo, siguió utilizándose como popular método en Europa hasta mediados del siglo XX, e incluso fuera del continente europeo.

En la Francia revolucionaria, sobre todo a partir de 1793 y mientras duró el Terror, la guillotina, inventada por el doctor Joseph Ignace Guillotin en 1789 fue el instrumento humanitario de ejecución indoloro y eficiente, teniendo también en cuenta que era un método de pena de muerte a fin de evitar los errores que los verdugos cometían con el hacha o la espada. Durante la Asamblea Nacional Francesa, en un período anterior al Terror jacobino, se debatió si este debía ser el método empleado para las penas de muerte de los enemigos de la revolución, donde finalmente los diputados establecieron la igualdad en cuanto a decapitación, fueran campesinos o nobles: “A todo condenado a muerte se le cortará la cabeza”. Fue entonces cuando Guillotin junto con la ayuda del cirujano Antoine Louis y del colaborador alemán Tobias Schmidt la crearon, pronto fue conocida popularmente como “guillotina” en base a su inventor, pero también tuvo el apodo de la “louison”.

La nueva “guillotina” fue instalada en el patíbulo de la plaza de Grève, cerca del Ayuntamiento de París, y en 1792, Jacques Pelletier se convertía en el primer ejecutado de una larga lista. El período jacobino iba a dejar al invento para quedarse al servicio revolucionario, dando inicio al “Terror” donde todo estaba radicalizado, los jacobinos confirmaban que “la guillotina es la cuchilla nacional que ven los traidores y se echan a temblar”. Para Robespierre el método servía para alcanzar y mantener “la república de la virtud” de los falsos revolucionarios que tenían que ser destruidos por la “guadaña de la igualdad”, por lo cual, durante el Terror los primeros en desaparecer fueron los girondinos y moderados, sacerdotes incluso, muchos de los condenados cantaban desafiantes la Marsellesa mientras caminaban hacia el patíbulo. Finalmente, este período acabaría con un total de 40.000 víctimas a las que se sumarían Robespierre y muchos de sus partidarios. Tras la Revolución, el instrumento continuó utilizándose y también se expandió por Europa y en las colonias del nuevo continente. Con las aboliciones de pena de muerte en el siglo XX el método cayó en desuso, la última ejecución en Francia tuvo lugar en 1977 con el tunecino Hamida Djandoubi como protagonista.

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