LUDWIG VAN BEETHOVEN: DEL CLASICISMO AL ROMANTICISMO


Beethoven nació en 1770 en Bonn, Alemania. De familia flamenca de músicos, era el mayor de tres hermanos. Su padre, alcohólico empedernido, era un músico mediocre de la corte de la Capilla principesca de Bonn, que impuso una férrea autoridad de estudio sobre su hijo, ya que quería que fuera el próximo niño prodigio, a semejanza de Mozart. Incluso, para destacar su precocidad, su padre Johann decía que su hijo era dos años menor. Su madre, en cambio, era llamada por Beethoven como su "mejor amiga". Su muerte marcaría al artista cuando sólo tenía 17 años. Su primera gran obra fue a los 12 años. Sabía tocar el piano, el órgano, el violín y la viola, y disfrutaba mucho improvisando. El piano empezó a ganar popularidad frente el clavicordio, pues técnicamente permitía un mayor registro. Afectado de numerosas enfermedades durante toda su vida, murió en Viena a los 56 años. Recibió clases de Christian G. Neefe, a quien consideraba "el único que de verdad le había enseñado música". Con Mozart se llevaban 12 años, y al sentir como tocaba el joven Beethoven, exclamó: «Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo».

Beethoven no se puede considerar del todo un autor clásico, pero tampoco uno romántico, sino que es justamente el puente que vincula la tradición del clasicismo del siglo XVIII hacia el romanticismo del siglo XIX. Rompió las normas clásicas de la música y sirvió de inspiración para los autores románticos, por eso está en medio de estas dos corrientes.

Una de las muchas novedades que Beethoven introdujo en el panorama musical con sus composiciones, fueron los cambios radicales del tempo de una misma obra. Vale la pena reseñar que la revolución del péndulo, con la invención del metrónomo, no surgiría hasta el 1817. Antes de él, las piezas musicales solían seguir un mismo ritmo; si empezaba lenta, seguía lenta durante todos sus movimientos. Con Beethoven eso cambió; pasaba de un movimiento inicial lento a un segundo movimiento rápido: un claro ejemplo es la sonata Claro de Luna, donde comienza con un adagio sostenuto, pasa por un allegretto y termina con un presto agitato. Con los cambios de tempo tanto radicales, se crea una especie de tensión durante toda la obra, reflejo del espíritu de un tiempo convulso en el que nuevas ideas estaban comenzando a imperar. La música de Beethoven era de lucha y revolución, abarcando todo tipo de emociones, desde la melancolía más deprimente hasta la celebración más alegre. Lo intensificó todo, simpatizante con el espectador (pathos). El final de las sonatas pasa de ser una repetición del primer movimiento a ser un movimiento propio, una culminación de la historia contada en los movimientos anteriores. Beethoven quería llevar la música al límite, hacer que cada composición, cada elemento, cada movimiento, cada nota, fuera algo más, ir más allá; trascender.

Aunque otros autores, como Mozart, ya dieron gran importancia al contenido musical, los autores hasta entonces se centraban en ser fieles y perfeccionar las formas musicales. Beethoven fue la máxima expresión de la importancia del contenido, de las sensaciones que podía llegar a causar una música creada desde el alma y el corazón (sin olvidar las formas técnicas, claro).

Impresionado por su música, Haydn le invitó a estudiar en Viena. En 1792 fue rápidamente introducido en los círculos aristocráticos, en los que la belleza y virtuosismo de su interpretación, sumados a la destreza en la composición, le permitieron conseguir muchos mecenas a quien después dedicaría sus obras. Es el llamado "período temprano": asimila y transforma el principio de sonata, haciéndola más urgente y dinámica, pues la recapitulación (3ª sección después de la exposición y el desarrollo) pasa a ser una culminación más que una repetición. Con tendencia a la exploración y la elaboración de las ideas musicales iniciales (con 4 movimientos en vez de los 3 habituales), fueron muy célebres sus obras para piano solista. Con todo, conforme sus éxitos aumentaban, sus composiciones fueron más expresivas y concentradas, incluidos los cuartetos de cuerda op. 18, tres conciertos para piano, dos sinfonías y las sonatas para piano Patética y Claro de Luna.

En 1802, y con tan sólo 32 años, se dio cuenta que su aguda sordera era ya crónica y acabaría siendo absoluta: le ocasionó fuertes depresiones, llegando a escribir una carta de despedida. Es el llamado Testamento de Heiligenstadt, donde decía: "Adiós, y no me olvidéis del todo en la muerte; tengo derecho a ello de parte vuestra, ya que durante mi vida he pensado a menudo en haceros felices, sedlo." Los próximos diez años de su vida, ya resignado de su problema de oído, fueron los más fértiles productivamente.

El "periodo medio" comienza en 1803, el año posterior al descubrimiento de su seria y creciente sordera, y de su rechazo al suicidio para ofrecer al mundo, según él mismo, "toda la música que me queda dentro". Fue la música y las ganas de mostrar su don al mundo lo que impidió el suicidio a Beethoven. Desde entonces, su música adoptó un estilo nuevo y "heroico" de dimensiones, registro y potencia nunca vistas hasta entonces. Su primera manifestación fue la sinfonía épica y de energía colosal, la Heroica, dedicada a Napoleón, ya que admiraba sus ideales ilustrados procedentes de la Revolución Francesa; con todo, eliminó la dedicatoria cuando éste se autoproclamó emperador. Con 50 minutos de duración, fue la más larga escrita hasta entonces, y revelaba el nuevo perfeccionamiento de la sinfonía. Su nuevo "ideal sinfónico" fue aplicado a todos los géneros con gran productividad. De este período datan cuatro sinfonías más, el Concierto para violín, los conciertos para piano n.º 4 y 5 y la ópera Fidelio. Decidido a «coger el destino por el cuello», compuso en el periodo de 1802 a 1812 una serie de obras brillantes y enérgicas, características de su estilo "heroico".

Con todo, su creciente aislamiento por la sordera marcó el paso al "período tardío". En 1813, Beethoven ya exploraba modos más íntimos de expresión, a menudo enfatizando el lirismo y lo oculto. Con una afición creciente por la variación y la fuga (como en las Variaciones Diabelli) y una mayor experimentación con las formas de sonata (que resultaron en tres sonatas para piano de gran profundidad intelectual y expresiva), su música dejó atrás el mundo clásico de Haydn y Mozart e inició la era romántica. La Misa Solemne y la Sinfonía n.º 9 también fueron innovadoras, ya que combinaron como nunca la escritura sinfónica y coral.

Murió en Viena, Austria en 1827. Su funeral fue apoteósico y nunca visto por un músico: asistieron aproximadamente veinte mil personas. Litografías suyas se vendían a miles. Fue un gran innovador: enormemente famoso en vida y en muerte. Superó el mito de músico cortesano que vivía y dependía de su patrón. Mozart y Haydn, artesanos de la música, dependían de sus respectivos mecenas, a los que habían de entretener como músico en cabeza de su orquesta. Beethoven, en este sentido, fue el primer gran artista de la historia: conecta y trasciende la barrera del artesano y llega a ser ARTISTA, con mayúsculas. Él mismo se autodenominaba Tondichter (“poeta del sonido"). Su vida pasa a ser de leyenda, la narrativa se inserta en la música del artista moderno, contemporáneo. El paso fue de músico artesano, mero sirviente del poder nobiliario, a artista con poder propio, propietario de sus obras y mediador cultural independiente. Marcó un cambio en el papel de los músicos, creando un modelo que seguirían prácticamente todos los músicos clásicos posteriores.

 

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