JULIO CÉSAR Y LOS PIRATAS



Se podría decir que desde que el hombre aprendió a navegar, la piratería siempre ha existido como forma de vida. Pero hubo un momento donde los piratas salieron “humillados” por una sola persona.

En la época Antigua, el emperador y líder romano Julio César (100 a. C.- 44 a. C.) nació en una de las familias aristocráticas más importantes de Roma. A pesar de eso, su familia cayó en desgracia al enemistarse con el dictador Sila por lo que se alejó de Roma para hacer la guerra y ganar prestigio. Una vez muerto Sila dedicó su juventud al derecho y a la oratoria. Antes de empezar su carrera política (cursus honorum) quiso viajar a Rodas para acabar sus estudios de filosofía y retórica. A pocos kilómetros de la Isla de Rodas, en la costa de Farmakonisi, su embarcación fue asaltada por unos piratas. Los secuestros de aristócratas o de comerciantes ricos, dentro de la gravedad, eran habituales para pedir rescates.

Cuenta Plutarco (historiador griego) que los piratas pedían para el rescate 20 talentos. César le pareció poca cantidad e hizo que pidiesen cincuenta. Tengamos en cuenta que un talento equivalía a 31kg de plata. Así que los piratas pedían 1.500 kg de plata (en euros a fecha de hoy… serían algo más de 635.000 € (así a ojo)). Su estancia entre los piratas fue de casi 40 días. Su estancia allí fue muy cómoda, ya que no sufrió ni torturas, ni mutilaciones, ni ningún tipo de daño. En ocasiones, César amenazaba a los piratas con que volvería para matarlos a todos y quedarse con el rescate. La respuesta de los piratas era siempre tomárselo a broma.

César era un hombre de palabra. Una vez liberado, se dirigió a Mileto. Allí equipó una flotilla de barcos mercenarios y rápidamente volvió a la isla de los piratas que aún seguían allí. Capturó a la mayoría y se quedó con gran parte del botín, luego puso sus captores a disposición del gobernador de la zona.


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