LA FIGURA DEL SAMURÁI


La figura del samurái se consolida en el siglo XII, tras la finalización de las Guerras Gempei (1180-85), un período de guerra civil que concluyó con el establecimiento de un sistema político muy favorecedor para esta nueva figura en ascenso. Los samuráis consiguen así el mando político y militar de Japón, vinculado estrechamente a la nueva forma de gobierno que gobernará el archipiélago hasta la Restauración Meiji (s. XIX): el shogunato.  Este nuevo sistema, que deja al Emperador como un mero espectador en el panorama político de Japón (el llamado bakufu), dispone al shogun como nueva figura central del poder en todo el país, en manos ahora de estas élites militares constituidas por los samuráis.

Aun así, los samuráis nacen como un estrato social muy distinto (s. X): samurái deriva del verbo en japonés antiguo saburau, cuya traducción más aproximada sería “servir”. Los samuráis son “aquellos que sirven”, y muchos estudios historiográficos llevan a creer que esta clase guerrera era en un principio poco más que sirvientes domésticos.

Será la precaria paz de Japón y la constate necesidad de guerreros lo que vinculará paulatinamente este estrato en auge al poder político, militarizando los estratos influyente y redefiniendo el concepto de poder a lo largo y ancho del país, una militarización que viene paralela al desarrollo del bushido, o “camino del guerrero”, a cuya moralidad se irán adhiriendo estos legendarios guerreros, y que verá su máxima expresión en el célebre Sengoku Jidai (período de los estados en guerra, una larguísima guerra civil que devastó Japón y le llevó con la victoria final del clan Tokugawa a una era de aislamiento comercial de 250 años), del que se hablará más adelante en detalle.

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