EL IMPERIO LATINO
La Cuarta Cruzada había sido convocada para la reconquista de Tierra Santa después del fracaso de la Tercera Cruzada. Sin embargo, por el camino el ejército cruzado recibió el aviso de auxilio de Alejo IV, el hijo del depuesto emperador bizantino Isaac II, quien pedía a los latinos que retomaran para él y su padre la ciudad de Constantinopla de manos del usurpador Alejo III. El papa Inocencio III, deseoso de expandir la influencia de la Iglesia Católica sobre los reinos cristianos de Oriente aceptó y los cruzados desalojaron rápidamente al usurpador. Sin embargo, el pago prometido por Isaac y su hijo nunca llegó y los cruzados se tomaron la justicia por su mano conquistando y saqueando de nuevo Constantinopla en el 1204.
Así se fundaba el Imperio Latino,
un reino de corte feudal gobernado por cruzados occidentales que ocuparía la
actual Grecia y ambos lados del mar de Mármara. Dicho imperio se dividía a su
vez en el reino de Tesalónica, bajo administración lombarda, el principado de
Acaya, en la península del Peloponeso, el ducado de Atenas y el ducado de
Naxos, que aglutinaba buena parte de las islas del Egeo.
Esta amalgama de estados vasallos
supuso desde su origen todo un quebradero de cabeza para los gobernantes
imperiales, instalados en Constantinopla. No fueron excepcionales las
rebeliones de algunas de estas regiones, siendo especialmente llamativas las
del reino de Tesalónica, motivo por el que el imperio nunca gozó de estabilidad
ni fuerza. A ello ha de sumársele la influencia externa, pues Venecia, que
había contribuido generosamente en la cruzada, se había hecho con el ducado de
Naxos que era en la práctica independiente del imperio, así como con multitud
de islas y enclaves comerciales por todo el Egeo que le conferían fuerza y
poder de decisión en los asuntos de la política regional. Pero también los
restos del antiguo Imperio Bizantino fueron una constante molestia, pues de lo
que una vez fue un estado unificado ahora se habían desprendido dos pequeños
estados, estando un en Europa: el Despotado de Epiro, y otro en Asia: el
Imperio de Nicea.
Aunque Epiro acabó sucumbiendo a
la presión conjunta del Imperio Latino y el reino de Bulgaria, Nicea no hizo
sino crecer en fuerza e influencia gracias a una suerte de identidad bizantina
que entendía la reconquista de Constantinopla como su gran meta final. Y,
gracias a las debilidades internas y a la lucha con Epiro, Nicea cumplió con su
objetivo en el 1261, año en que se disuelve el efímero Imperio Latino.
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